miércoles, 8 de agosto de 2012

BORIS BIG BAND

Boris Big Band es un proyecto que dirijo cada domingo en Boris Jazz, Gorriti 5568 - Palermo (CABA). Aquí les dejo un video para que escuchen y conozcan lo que hacemos. Besos a todos!

Boris Big Band - "El Minotauro" (Guillermo Klein)

DANIEL CAMELO & INMIGRANTES BIG BAND

El hermoso trabajo de Anita Kalikies documentando la presentación de "Puertos" a fines del 2011 en Boris Jazz. Que lo disfruten!

http://www.flickr.com/photos/anitakalikies/sets/72157628468283667/

martes, 7 de agosto de 2012

DANIEL CAMELO & INMIGRANTES BIG BAND

Aquí les dejo un tema de Inmigrantes Big Band por si no nos escucharon aún.

Besos a todos!

Daniel Camelo




jueves, 2 de agosto de 2012

Diario de viaje: Pedaleando hasta las nubes. (Salta - La Quiaca 2012)


Pocas cosas son más movilizantes en la vida que aquellas que uno añoró por años. Aquellas cosas por las cuales uno se preparó en cuerpo y espíritu por mucho tiempo, que conllevan definitívamente un riesgo importante pero cuyos objetivos no son ni más ni menos que un cambio de vida, de alma, una renovación, una interna iluminación. Probáblemente el término iluminación, tan desgastado y violado en su significado estos tiempos, no pueda ser explicado con mucha claridad, al menos no por mí, salvo en el simple acto de vivir experiencias que lo llevan a uno a la frontera de lo posible, en la más absoluta de las soledades y de la conexión más profunda con las fortalezas y demonios que en todos nosotros habitan. 
Viajar... trasladarse de un punto geográfico a otro. Nunca una definición tan fría podría definir subirse a un caballo de aluminio rodado 26 y trepar hasta cruzar una provincia y llegar a la altura del altiplano. Seguramente habrá otro nombre para definirlo, nombre que escapa a mi conocimiento, pero que espero en este relato pueda ser encontrado. 
La partida de la megaurbe fue definitívamente un collage de sensaciones. Saber que uno podía no volver, y saber que de volver, ya nada sería lo mismo. "Viaje iniciático" me decían algunos, cosa que no comprendí en su totalidad hasta haber terminado de transitar los 475 kilómetros que me esperaban sobre mi amiga y compañera que se encargaría de todo.
Partí de noche, como escondiéndome de alguna forma de las miradas de un amor prohibido que no fue, de las manos tendidas con amor y brindadas con tanto desinterés. No quise despedidas, solo llevar en mi alma el recuerdo de esa hermosa mujer, las palabras de un Chamán, el sentimiento de la pérdida que soportó de una nueva amiga, los items más indispensables provistos por esas almas hermosas que me brindaron todo los últimos días para que nada me faltara. Sería grotesco citar nombres en este relato, pero ellos y ellas saben bien quienes son.
Varias frases de gente amada de los últimos días me retumbaban:
"Vas a tener que hacer un ritual allá arriba, perdir perdón y perdonar". Esa sentencia ya se acomodaba plácidamente en mi cabeza, en esta cabeza otrora tan matemática, inexperta e ignorante.
"Pediles ayuda, que ellos te van a acompañar". Sentía el regimiento de guardianes en mi espalda, ya no tenía dudas, ellos iban a subir conmigo.
La vida quiso que el trayecto de Buenos Aires hasta Tucumán lo hiciera en compañía de una persona tan sabia que no hubiera chance más que llegar completamente preparado para lo que venía tras 15 horas de charlas importantísimas y vitales. Entre mates y biscochos, intentar definir términos tan importantes como Amor, Libertad, Realización, Compasión y Autoconocimiento. Esa madre de otras vidas se encargó de terminar de cargar mi equipaje espiritual y fortalecer mi alma para el comienzo de un periplo inolvidable.
El atardecer salteño me recibió con una fiesta de colores en su cielo, dando el mejor de los augurios, iluminando de mil colores las esperanzas y calmando los temores que pudieran aún subsistir.

(ENTRE METAN Y GÜEMES - SALTA)

Ya en Salta, junto a un gran amigo, continuaron las charlas que terminan de forjar expectativas y objetivos. Quienes somos, que acarreamos, porque nos apegamos con tanta facilidad a la relaciones y que implica la responsabilidad afectiva. Las empanadas y la cerveza negra hicieron el resto, pusieron la mística necesaria a una despedida inevitable. La mañana siguiente sería el día señalado, el día que dejaría la última urbe para embarcarme en soledad en un ascenso físico y mental para el cual no estaba del todo preparado, pero que ya de maduro se caía.

Día 1:  De Salta a Los Alisos (Jujuy).


(LA CALDERA - SALTA)

Quizás solo por saber que no existen las despedidas, nos dijimos simplemente "nos vemos en unos días" con Lucho. No hicieron falta mayores ceremonias, y me subí a los 40kg de bicicleta que empujaría hasta los 3800 metros de altura. El peso se sintió brutal, inhumano, bagaje que se sentiría sin saberlo en ese momento más y más liviano cada día, cada metro subido y cada cuesta superada.
Pensé en ella.... quizás por última vez antes de poner mi mente en blanco, en mi estado de meditación involuntaria que me atrapa sobre los pedales. Pensé en mi guardiana, en mis amigos viejos y nuevos y en todos los que yo llevaba conmigo. Respiré profundo en la fría mañana y salí de la ciudad. 
El camino otras veces transitado ya no fue el mismo. El peso era letal y mi cuerpo se dio cuenta en ese instante que esto era algo distinto, la fuerza no iba a poder sola. Mente en blanco, la ruta y su linea blanca lateral, rueda delantera sobre ella, llenarse de oxígeno y de fe.
Llegar a La Caldera (Salta) fue cruzar la primera frontera. De ahí en más, solo bosque, corniza y ascenso. Una foto junto al río para documentar el inicio de algo que recordaría por toda mi vida. 
El ascenso al Abra de Santa Laura (límite con Jujuy) pareció de rutina increiblemente, y los veintipico kilómetros posteriores un merecido descanso para las piernas, solo interrumpido por el ripio del camino que bordea el dique Las Maderas. Un almuerzo improvisado en la ladera de la montaña en total soledad me conectó por primera vez en el viaje con el silencio absoluto. Tras reponerme del primer tramo, retomé el ripio bordeando el dique hasta llegar a La Ciénaga y encarar a partir de El Carmen el ascenso hacia San Antonio y La Toma. Esa pendiente endemoniada que me llevó a transitarla con mi carga casi a paso de hombre me traería las primeras sopresas. Solo un tubo de gel energizante logró que pudiera subir esa cuesta de 15 kilómetros. 
San Antonio, un pueblo hermoso que desconocía, me recibió con las mirádas incrédulas de sus habitantes que veían pasar a un loco en calzas de ciclista con una vaca preñada sentada en el portapaquetes de mi bicicleta. Al salir del pueblo, agotado, jadeando escuché una voz a mi costado, la voz de un niño, que inocentemente preguntó: "Don, a donde está yendo?". Para mi sorpresa, 3 chicos de San Antonio, al verme pasar, tomaron sus bicicletas y decidieron acompañarme un poco más de un kilómetro. 

(SAN ANTONIO - JUJUY)

"Voy hasta La Quiaca" le dije. "Y porque?" preguntó el... No supe que responderle.... dudé. "Porque ahí tengo que ir, porque algo me espera". El muchachito se me quedó mirando, sin comprender del todo. "Pero mire que le espera mucho cuesta aún". Le agradecí la información, y no pude ya explicarle mucho más, las palabras no me salían, sabía que por algo estaba el pedaleando a mi lado pero no sabía porque. Los otros dos chicos iban a mis espaldas en silencio, como guardando la retaguardia. Me saludaron afectuósamente antes de partir deseándome suerte, ya las últimas casas del pueblo quedaban atrás y debían volver. 
El silencio se cortaba solo por el viento frontal, en una cuesta que jamás parecía terminar. Al estar a metros de la cima, otra voz. Esta vez un hombre mayor que se presentó como Campos. Don Campos, ciclista veterano, bajó el rítmo liviano de su bicicleta descargada para acompañarme los 25 kilómetros finales de ese día. Entre anécdotas de sus viajes y consejos múltiples, me ofreció de todo: agua, alimento, alojamiento más arriba en el camino que transitaría días después. La bajada de La Toma la hicimos como un rayo, 57km/h, sin dejar de charlar, reír y compartir experiencias que solo pueden interesarles a los ciclistas. En el desvío de Los Alisos nos despedimos ya que el volvía a San Salvador y yo debía encontrar un lugar donde acampar en el dique. La pendiente de 3km que llevaban al dique fueron un descanso para mis ya agotadas piernas. Al llegar la decepción fue mayúscula al ver que el único camping era inhabitable. Ya no podía seguir viaje y menos subir la cuesta que me había llevado al dique, mis piernas tras los 118km de ese día pedían parar. El nerviosismo se apoderó de mi, no había alojamiento tampoco. Paré en un parador junto al lago para pedir permiso para acampar en su estacionamiento junto al agua. Por suerte accedieron diciéndome que el dueño (que volvería en breve) siempre ayudaba a ciclistas en mi situación, que no iba a tener problema alguno en que acampara. 
Sin poder ducharme, sin agua ni baño, armé la carpa individual en el ya helado atardecer que caía sobre Jujuy. 
Al llegar el dueño, me invitó a sentarme en el parador y cenar algo. Un viejo amable y culto me llenó de relatos y consejos mientras devoraba las empanadas y humita que me ofreció. "Por la mañana temprano te podré despedir, que descanses bien" fueron sus últimas palabras y me fui a dormir agotado.
Por la mañana, ya con todo empacado y antes del amanecer, apareció el caminando tranquilo, con mucha paz y me miró. Miró la bicicleta cargada y me volvió a mirar. 
"Como te envidio, pero sanamente" me dijo, "estos son los viajes importantes, si tan solo tuviera unos años menos. Es un viaje especial el tuyo... te admiro". Por algún motivo se me vino a la memoria la escena de "Into the Wild" con el viejito aquel. Su mirada brillaba, pero de ternura. Me quedé sin palabras, no se si por la emoción o por lo ido que estaba del hambre ante el ayuno de esa mañana. Solo pude nuevamente agradecerle eternamente haberme dado semejante mano. Me saludó, me deseó lo mejor y partí nuevamente cuesta arriba, Yala me esperaba.

Día 2: De Los Alisos a Yala.

(LOS ALISOS - JUJUY)


Tras pasar la cuesta de 3km, el camino bajaba suavemente hasta las afueras de San Salvador de Jujuy, unos 10km de descenso en una mañana helada que perforaba el pecho. De allí tomaba la ruta 9 al norte y comenzaba lo que sin duda era mi mayor temor, el tráfico feroz de camiones y omnibus rumbo a la quebrada, la puna, Bolivia y Chile. La subida a Yala fue dura y algunos conductores pareciera disfrutaban pasar casi rozándome, pero pronto me acostumbré. Me relajé, puse mi mente en blanco como de costumbre y continué mirando la linea blanca de la ruta. El paisaje era hermoso, todo verde, el Río Grande a mi lado y el canto de mil pájaros que a esa baja altura (1200 metros) todavía abundan.
Llegar a Yala fue bastante rápido y me alojé por esa noche en un cuarto compartido, con 11 cuchetas, que finalmente terminaría siendo para mi solo. El encargado del camping/albergue me pareció un tipo seco, poco comunicativo. Esa noche iba a demostrarme todo lo contrario.

(YALA - JUJUY)

Partí al mediodía con la bicicleta descargada y liviana hacia las Lagunas de Yala. Un camino de ripio ascendente acecino que trepaba en 11kms de 1445 a 1800 y monedas. Solo después de perder completamente la tracción de la bicicleta y caer aparatósamente en uno de los codos del camino de corniza, tuve que aceptar que no podría llegar. La rueda trasera simplemente patinaba, no se agarraba a la tierra y piedras del camino. Decepcionado volví a Yala, para pasar la tarde caminando por el río y el pueblo. Es increíble todo lo que uno descubre de un lugar cuando lo camina mirando con atención y sin apuro. Yala es realmente un pueblo hermoso, con gente más que amable y atenta. Sentí un contacto muy fuerte con algo poderoso en la desembocadura del Río Yala sobre el Río Grande, algo inexplicable. Una sensación de plena soledad me abrazó, una sensación muy cómoda y confortable. Me dí cuenta que estaba viviendo segundo a segundo, día a día, con la cabeza más despejada que nunca, sin pensar en el mañana. Escribí en mi libretita (que junto con una birome fue el hermoso aporte de una querida amiga): "Estos parajes me están queriendo decir algo, no se aún que. Siento que la gente se me acerca sola a hablar, con mensajes importantes, nunca me pasó algo así en otro viaje. Me asombra no extrañar nada.... ni a nadie. Siento una paz muy profunda. La mente en blanco de esta forma es un regalo divino. Se que me acompañan seres alados, pero ni logro pensar en ellos, solo se que están. Estoy aprendiendo a ser paciente. No todo es fuerza. La voluntad y la perseverancia pueden más. Cada atardecer una imagen inolvidable, el cielo SE PRENDE FUEGO".

(YALA - JUJUY)

Por la noche, me senté una mesa al aire libre en el exterior de la administración del camping y le pedí una cerveza al encargado. Este la trajo y para mi sopresa, también vino con varias revistas y se sentó en mi mesa con ellas. Luis (ese es su nombre) me contó su historia. Salió hace 15 años a dedo de Buenos Aires sin rumbo determinado y terminó en Yala, habiendo confundido su rumbo, ya que iba para Santiago de Chile en ese momento. Nunca más se pudo ir de allí, ama ese lugar. Ese personaje un poco tosco y con cómicos anteojos me miró y me dijo "te gusta Pinti?". Le respondí que si, y ahí comenzó un episodio que no voy a olvidar más. "Bueno, te voy a leer un par de cosas, prestá mucha atención" y agarró sus revistas. Su primera lectura me costó, ya que al no saber leer para nada bien y faltándole casi todos los dientes posteriores, me costó un segundo concentrarme para seguirlo con la atención necesaria. Luis abrió la primera revista, buscó el artículo de Pinti y me leyó solamente la primera oración. Repitió lo mismo con cada una de las otras revistas. Cada oración era simplemente brutal, una enseñanza de vida con mayúsculas. Tras leer cada oración, Luis levantaba la mirada y me clavaba sus ojos inquisidores, como buscando en los míos la confirmación de que REALMENTE estaba entendiendo el mensaje. Una tras otra me hicieron temblar. Era casi el relato de una persona en búsqueda de su persona, de la verdad, de la justicia y de una humanidad superior. No se si Luis podría haber puesto todo ese mensaje increíble que me regaló en sus propias palabras, pero lo hizo a partir de sus revistas. No fue casualidad mi encuentro con el, mi cabeza sintió un huracán de información vital que evidentemente Luis tenía que darme antes de seguir el viaje. Al terminar de leer se quedó en silencio, me miró y me dijo "yo todavía tengo un último viaje, con mi mochila... en dos años tengo que estar en Venezuela y después.... voy a descansar en Yala". Me sobrevino la sensación de que finalmente todos estamos viajando, lo que cambia es simplemente el tiempo de pausa entre tramos. Nos miramos como cómplices de algo que no todos saben, y la verdad es que en ese momento ni yo sabía para ser sincero, pero algo en las miradas fue claramente entendido por ambos. Al terminar la cerveza me despedí y me fui a dormir. Al día siguiente me esperaba la Cuesta de Bárcena, la que pensé que sería la más dura del viaje y a la cual tanto le temía. Me despedí de Luis con un "hasta la vuelta", porque así lo sentí. "De acá a dos años voy a pasar por acá, y espero que me digan que no estás, que estás en Venezuela" fueron mis palabras finales. Se rió a carcajadas y nos despedimos.
Los 42 kilómetros pedaleados ese día parecían pocos, pero fueron agotadores por la cantidad de pendientes que tuve que superar.
Esa noche la pasé entre pesadillas y desvelos, algo que se hizo cotidiano de esa noche en adelante sin saber porque. Es como si mi mente hubiese empezado a poner las fichas en orden, a revisar, descartar, solucionar y perdonar.  

Día 3: De Yala a Purmamarca.

(LOZANO - JUJUY)

Encaré esa mañana finalmente una de las etapas más duras del viaje, la cuesta de Bárcena, pasando por Lozano, León, Volcán, Tumbaya y finalmente Purmamarca. Nunca me imaginé lo dura que sería esa jornada.
Llegar al pié de Bárcena fue emoción pura. Empezar a subir, un sacudón impresionante. No estaba preparado para eso (aunque pensé que si). Llegar a la cima me desgastó por completo. Un "Abra" (paso de montaña) que en 4 kilómetros sube de 1500 a 2000 metros de altura. Tras un esfuerzo enorme lo logre, solo para encontrarme allí arriba que el viento que antes estaba a favor, ahora se había puesto en contra de forma brutal y caprichosa; el viento Norte con su calor se había puesto en mi contra.
Al llegar a esa cima, para mi sorpresa me alcanzaron dos ciclista franceses con sus extrañas bicicletas. Iban hasta Ecuador con una campaña por la donación de sangre. 

(CUESTA DE BÁRCENA - JUJUY)

Pedaleamos juntos hasta Volcán, donde ellos decidieron parar un rato. Mi viaje continuó pasando primero por Tumbaya y llegando ya finalmente agotado por completo a Purmamarca. 
Tras un almuerzo entre escalofríos por el desgaste masivo realizado, encontré alojamiento en Mama Coca, lugar en el que siempre me gusta parar en Purma. Al entrar a la habitación (que era compartida) me encuentro con un simpático personaje dentro de una cama y tapado hasta los dientes más allá de ser las 3 de la tarde. Me saluda con muchísima amabilidad y comenzamos a charlar de nuestros viajes. Trekinista experimentado, Carlos me cuenta de sus experiencias en todo el país, pero más que nada me quedo asombrado con sus ascensos al Cordón del Plata y al Aconcagua en su Mendoza natal. Esa misma noche lo volvería a encontrar, y más adelante en el viaje también.
El resto de esa tarde soleada la pasé caminando por este pueblo que tanto amo. Con recuerdos de otros viajes con amigos y con una exnovia con quien disfrutamos por primera vez del norte como locos. 
Allí me encontré con Javier, un amigo de Buenos Aires. Cervezas de por medio y charlando de nuestros respectivos viajes solitarios, me atacó como nunca un dolor de cabeza intenso culpa del viento norte, que trae muchísima Puna. 
Ya de vuelta en el hostal, llegó otro ciclista. Venía de Susques, a 3700 metros de altura, pero lo que más me sorprendió es que su viaje lo había iniciado dos meses y medio atrás en Puerto Madryn. Su destino: Ecuador. Increíbles anécdotas, le pasó de todo, rompió todo de la bicicleta, pasó noches en el medio de la nada con 20 grados bajo cero. Allí tomé conciencia del valor de ese viaje.... puro aprendizaje. 
Tras juntar fuerzas, me fui a la peña del Duende Cardozo, que me conecta siempre para bien, pero duré poco rato. Me fui vencido a dormir luego un día agotador. 

Día 4: Descanso en Purmamarca.

(PURMAMARCA - JUJUY)

Tras una noche de mucho dolor de cabeza (la baja presión del viento Norte me estaba matando), desperté a un amanecer increíble en Purmamarca. En la habitación Carlos, las dos chicas (una de Francia y otra de Brasil) y Julio (músico de Pergamino) aún dormían. Si bien me encontré para si alegría con que eran gente increíblemente amable, ya estaba empezando a sentir la necesidad de volver a mi soledad de los días anteriores. Más allá de lo chico que es Purmamarca, me sentía como enjaulado en una ciudad por algún motivo. 
Esa mañana recorrí una vez más el Paseo de Los Colorados. Caminando por esos páramos me vino un pensamiento de forma arrolladora. Escribí: 

"Es increíble el peso que tiene el miedo a la muerte en la vida de cada uno. En unos más, en otros menos. Para algunos, pánico exagerado, para otros, temerariedad absoluta. La vida fluiría de otra forma si perdiéramos ese miedo y aún mantuviéramos actitudes de vida al menos responsables para con unos con los otros.
Ego, vanidad, ruido y distracciones constantes, falta de autoconocimiento, falso concepto de la libertad, de la compasión y de la razón de ser. 
Mirada con el ojo traicionado.
La humanidad es más que nunca similar a un desfile circense". 

Ahí nomás subí a un cerro con vista panorámica de lujo sobre Purmamarca e hice una lista:

- Preguntales quien sos.
- Pedí disculpas por todo el dolor infligido.
- Disculpalas, disculpalos, pero a todos y todas.
- Buscá en el corazón el HILO DE LA VIDA.
- Volver a ser.
- Arrojar la culpa al río.
- Encarar el destino con felicidad.

(PURMAMARCA - JUJUY)


Me recluí al sol en la única calle de Purma a leer el libro que necesitaba para mi viaje, que obviamente iba a llegarme antes de viajar y llegó de las manos de mi psicóloga como no podía ser de otra forma. "Los Guachos" de Roberto Torres.
Sentado al sol, y leyendo con atención en compañía de un perro que se acurrucó a mi lado me pasó lo más inesperado. De golpe y sin motivos, esa hermosa mañana soleada, comencé a llorar desconsoladamente. No sabía porque, no encontraba motivos, simplemente no podía parar. Tuve la sensación de que tenía que ir al río de inmediato. 
Al llegar, una fuerza más grande que yo me dictó subir ese río, algo allá arriba me estaba esperando. Subí por el cause sin pensar, libro en mano, bajo el sol de ese hermoso mediodía, con fe ciega de que por algo tenía que subir. Al llegar junto a un paredón de piedra de unos 80 metros de altura paré. El río en ese lugar era hermoso, los campos en frente verdes, las montañas fantásticas y el pueblo estaba lejos. Comencé a juntar leña para una fogata..... sabía que estaba pasando, sin quererlo, ahí esta armando mi ritual. 
Sin saber porque ni como, la fogata nunca quiso prenderse. No lo logré. Pensé "no ha de ser acá, o no ha de ser el día", y volví tranquilo al pueblo.
Tras almorzar decidí buscar un poco de papel de diario y volver al lugar indicado.
Temblaba, estaba muy sensible, emocionado. Sabía que estaba por despedirme de algo o de muchas cosas.
Fue ahí cuando para mi sorpresa me llegó de imprevisto un mail de ella, de esa hermosa mujer, esa hermana de otra vida que había desaparecido mes y medio atrás. No lo pude creer, justo en ese momento, camino a ese lugar tan especial en el río... La historia había terminado, y lo que estaba recibiendo era su adeudada despedida, llena de luz, agradecimientos, reconocimientos y deseos de felicidad como no podía ser de otra forma viniendo de una persona tan especial e iluminada. Miré el cielo, miré el río... no pude más que sonreír en agradecimiento. Le respondí deseándole lo mejor para su vida y comencé a subir el río.
Como no podía ser de otra forma, ese atardecer la fogata prendió. Como una marioneta de fuerzas mayores, comencé a arrojar una a una las pequeñas ramas, primero pidiendo por ella: luz, fuerza, guía, sabiduría, amor, paz y muchas sonrisas en su cara por el resto de sus vidas. Luego por mi... la ardua tarea de despedir a quien fui, quien me salvó de tantas cosas, pero quien dejó en su camino un tendal de gente herida en forma innecesaria. Perdón..... pedí una y otra vez perdón. Finalmente revisé mi memoria, mi vida, y mirando el sol cuando se iba sentí la paz que finalmente buscaba. No más ego, no más resentimientos, logré perdonar todo lo que me sucedió porque todo sucedió para que estuviera en ese momento donde estaba. Pedí por mis amigos y amigas, esos "ángeles guardianes" que me equiparon para este viaje. Dos pequeñas piedras tomaron su curso en esas aguas ese día, dos piedras hermosas, y con ese agua lavé mis manos y mi cara. Un especie de bautismo que nunca pensé que sentiría. Con las manos en el agua finalmente comprendí: el amor es como un río, es imposible agarrar esas aguas cristalinas, solo se detiene su paso. El placer de sentir el agua escurrirse entre los dedos, el soltar, la felicidad y la caricia que eso trae. No sabemos amar....
A mi lado me encontré con un bastón que tomé mientras el fuego ardía. La despedida de mi mismo estaba concluida. Amor, Empatía, Agradecimiento, Compasión....
Un Chamán me había dicho que en ese momento, ella iba a estar presente, a mi lado, en la forma de una piedra redonda. Después de recibir su mail, y al llegar, solo vi piedras cuadradas, pero de golpe y para mi sorpresa, justo al lado de mi pie estaba ella.... esa piedra perfectamente redonda, única en ese lecho rocoso.
La tomé con cariño, la llevé al río, la lavé, la acaricié, la dejé junto al río en un especie de altar natural para que la montaña, el sol, la luna,el río y los vientos la cuiden en su posición de espectadora de lujo de semejante magnificencia y belleza, pidiéndoles que la cuiden y la lleven a donde ellos crean que debe ir.

(RÍO PURMAMARCA - JUJUY)

Clavé el bastón en la tierra junto a los restos humeantes de la fogata como un recordatorio y me fui....

Día 5: De Purmamarca a Tilcara.

(TILCARA - JUJUY)

Tras esa noche, de charlas muy profundas con Carlos, partí temprano por la mañana de Purmamarca. Carlos dormía y me dio pena no poder despedirme, pero algo me decía que ya lo iba a ver por ahí. El resto de nuestros compañeros ya habían partido. 
El pedaleo hasta Tilcara fue hermoso, con paisaje como siempre increíbles en la quebrada, pero por algún motivo, mi mente no se podía poner en blanco como siempre.... la imagen de esa hermosa mujer no me abandonaba. Quería que no fuera así, pero no lo podía evitar. 
Tilcara.... hermosa y soleada. El tramo corto de 38km me había llevado a su puente de ingreso en una mañana espectacular. La altura era cada vez mayor, 2445 para ese entonces, pero las piernas iba respondiendo bien y el corazón empujando cada vez con más fuerza.
Ese día me encontré meditando mucho sobre el significado del Amor y de porque nos "aprendemos" a las personas. 
Un pedaleo liviano, ágil y ligero al pueblo de Juella con sus pendientes impresionantes me alegraron el alma. 19km de ripio hasta un pueblito perdido en la montaña. Un pueblito en pie de guerra contra la minería contaminante, como tantos otros lugares de Argentina. 

(JUELLA - JUJUY)

Esa noche en Tilcara comencé a sentir lo que indudablemente me iba a quebrar: el profundo frío al acercarme a la Puna. Empecé a tener dudas realmente de si iba a lograr el viaje. Miedos.... como paralizan. Que poco sabemos de lo que es capaz el corazón y el cuerpo cuando la voluntad es fuerte.

Día 6: De Tilcara a Humahuaca.

(CERCA DEL TRÓPICO DE CAPRICORNIO - JUJUY)

Dura subida, pero volver a pasar por Uquía fue un regalo. 
Humahuaca me sorprendió. Nunca le había prestado demasiada atención, pero ese día al poder recorrerla con tranquilidad, cada uno de sus rincones, encontré esos lugares increíbles y hermosos que solo en este tipo de viajes uno puede ver.
Mi mente se estaba poniendo en blanco nuevamente, la soledad estaba otra vez de mi lado y bienvenida era. Todo había quedado atrás nuevamente.
Esa noche cenamos con 6 ciclistas más que estaban parando en el mismo hostal que yo. Reír es poco, estos 6 chiflados eran de otro planeta, realmente agradecí tener un momento de tanta distensión y risas. Ya pronto estábamos organizando para cruzar la cordillera en un par de años, realmente una noche fantástica.
Esa noche fue mi primera noche de viaje en un colchón con forma de colchón, lo cual mi espalda agradeció con creces. Si bien las pesadillas se hicieron más intensas a partir de esa noche (tsunamis, catástrofes, gente que vuelve y ciudades destruidas) y los desvelos a las 4 de la mañana ya una rutina, descansé de maravillas en la posada de José.
Es increíble la lista de temores en un ser humano... es demasiado grande. Comenzando por el miedo a morir en adelante, lo único que logramos con esta carga es acobardar y acurrucar el alma.

Día 7: Descanso en Humahuaca.

(PALCA DE APARZO - JUJUY)

Caminar por las calles de Humahuaca por la mañana temprano con estas completamente vacías me llenó de felicidad y de paz. Fue como redescubrir el pueblo con rincones increíbles rodeadas de un silencio hermoso.
Caminando esa mañana por el pueblo pasó lo que quizás sabía que iba a pasar, un reencuentro. Sentado en la plaza de golpe escucho "pero que mal que la pasás vos!". Ahí estaba Carlos, con la sonrisa de siempre tatuada en el rostro.

(EN HUMAHUACA con CARLOS - JUJUY)


Desde mi llegaba a Humahuaca me obsesioné con conocer la Serranía del Hornocal, un lugar magnífico, monumental, al cual nunca había podido ir. La tarea se volvía difícil, ya que la única forma de llegar era en taxi, el camino no era transitable para bicicletas y subía hasta los 4200 metros de altura. Toda la mañana busqué alguien para compartir los $220 que salía el taxi sin éxito. Por la tarde logré sumar a la experiencia a un compañero de cuarto del hostal, Nahuel. En primera instancia me llamó la atención lo cayado que era, pero luego, para mi sorpresa, me encontré charlando con el y descubriendo que era no solamente una persona con muchísimos conocimientos de montaña, sinó que era un trekinista y andinista con vastísima experiencia. Fue un gusto compartir las 3 horas que nos demandó ir al Hornocal con el.
En la inmensidad de esa Serranía y sus colores uno simplemente pierde el aliento. Es algo demasiado grande, demasiado majestuoso, demasiado hermoso. No se puede evitar pensar que fue hecho a propósito, aunque la naturaleza se comporte así, de forma caprichosa. El mismo camino sinuoso, de cornisa y de ripio es una antesala pictórica perfecta para el encuentro con estos gigantes. La energía de ese lugar es algo que no olvidaré jamás.

(SERRANÍA DEL HORNOCAL - JUJUY)

Por la noche, y tras encontrarnos con Julio por las calles del pueblo, cenamos Carlos, Julio, Nahuel y yo, entre risas y chistes. Un corte, una caricia al alma, en lo hermitaneo de mi viaje. Esa sería mi última noche y para el caso último día en compañía de gente con la cual compartir ese tipo de experiencias. A la mañana siguiente me esperaba mi mayor desafío, subir el Abra de Chorrillos, el Abra de Tres Cruces (3780msnm) y llegar finalmente a la puna, a Abra Pampa.
Esa noche las pesadillas me persiguieron más que nunca. Debo aceptar que dudé de lograr lo que al día siguiente iba a encarar.... Demasiado duro, 96km para subir de 2940 a 3780 metros, pendientes de 20 grados y absolutamente nada en el medio. El susto se apoderó de mi, me desvelé, pero supe que tenía que seguir, bajar no era una opción. Enfrenté el miedo a todo, a morir en la carretera, a morir de frío en la altura, de hambre y a deshidratarme. Una energía surgió de mí que no se de donde surgió, pero supe perfectamente que las cartas estaban echadas. Me puse en manos de los "muchachos" de arriba, ellos me iban a ayudar. Dormí el resto de la noche en paz.

Día 8: De Humahuaca a Abra Pampa.

(RUTA 9 AL NORTE DE CHORRILLOS  - JUJUY)

El día de la prueba más grande había llegado. José y yo nos despedimos a las 8:20hs. El frío era muy intenso, hielo en las acumulaciones de agua de la calle. José me dio ánimos, y aunque insistió que saliera más tarde para evitar el frío, yo sabía que no iba a poder llegar antes de la noche sino. Calculé 8 horas de pedaleada, y quería evitar el frío intenso del anochecer y el viento feroz de la media tarde. Con respecto a esto último, grande iba a ser mi sorpresa, nunca me hubiese imaginado lo que iba a suceder.
José me insistió que suba el Abra de Chorrillos caminando, que no iba a poder pedalearla, ya que los autos suben en 1ra o 2da. Me preparé para el día más intenso de todos. Tragué saliva, junté fuerzas y partí.
La salida de Humahuaca es una cuesta letal que superé no sin dificultad, pero ya a las 8:45 estaba en la ruta 9. Amanecía en lo que quedaba de la Quebrada de Humahuaca, con un aire intenso y frío, que hacía doler los pulmones. 
Tal como me lo había dicho José, 8 kilómetros más adelante le ví la cara al Abra de Chorrillos. Escuché el rebaje a 2da que hizo un micro que me había pasado justo antes para subir y supe que eso iba a doler y mucho. Me dije "es la prueba, es esta, ninguna otra". Puse el cambio más bajo, recordé lo aprendido esos días: no es fuerza, es paciencia y determinación", clavé mi mirada en la línea blanca y comencé.
Es increíble lo enternos que pueden ser 2km cuando uno sube a 5 km/h. Creo que estuve subiendo un día entero, pero fue menos de 1 hora. El dolor al final ya no era muscular, sino directamente de los tendones. La acumulación de ácido láctico me estaba castigando como nunca, pero no aflojé. Ya descansaría más adelante. El aire me llegaba a los pulmones y empujaba el corazón. Pensé en ella, en mis padres, en mi abuela, en mis alumnos.... les debía el cambio, y el cambio implicaba este esfuerzo, esta determinación que tenía que encontrar dentro mío.
El viento norte me jugaba una mala pasada... ahora no era cálido, sino gélido. Cada vuelta del camino se me ponía en contra, cambiando siempre en la dirección opuesta a la que iba. No importaba hacia donde fuera la ruta, el me seguía desafiando, como intentando que no avance más. La mañana se nublo y el sol ya no colaboró a mantenerme templado. Supe que la cosa se iba a poner peor antes de terminar el día. El hielo a los costados del camino me daba un mal presagio, pero no tenía otra, no iba a retroceder, nunca! Una sensación de paz se apoderó de mi cuando de golpe vi el fin de la cuesta. Estaba en la etapa de transición entre la Quebrada y la Puna, a 3400 metros de altura. El sol comenzó a salir por momentos mientras la cadena de mi bicicleta empezaba a rechinar cansada de tanto esfuerzo y tierra. 
Al mediodía hice una pausa al pié del Espinazo del Diablo, cordón que demarca el fin de la Quebrada de Humahuaca y el comienzo del altiplano. Fue momento de sacar el arsenal de alimentos y bebidas que había cargado en la cleta para esta jornada. La ruta estaba desierta, y en esa recta, viendo ya los picos chatos de la puna y sintiendo el Espinazo del Diablo a mis espaldas, me llegó una nueva sensación. Yo conocía ese lugar.... no me era extraño. Mientras comía sentí que esa era REALMENTE mi casa. Esa era mi tierra. Podría haberme quedado ahí por siempre, recostado sobre mi bicicleta tumbada y observando, sintiendo la energía de esas rocas, de esa tierra. El Espinazo del Diablo se asemeja a las vértebras de un monstruo prehistórico enterrado en la tierra, con estas partes anatómicas como única sección de su cuerpo a la vista. El fin de un mundo, literalmente. Algo iba a pasar más allá, ahí se acababa la protección de la Quebrada y empezaba otra cosa.

(ESPINAZO DEL DIABLO - JUJUY)

Los pocos camiones que pasaban me saludaban, observando incrédulos a un tipo tirado al costado de la ruta con su bicicleta en semejante páramo.
Subí a la bicicleta y me dirigí al último Abra, el de Tres Cruces a 3780 metros de altura. 
Al llegar a Tres Cruces me encontré con lo peor que podía esperar, una tormenta de arena y tierra con vientos de 50 km/h al menos en mi contra. No se podía pedalear, me tiraba con bicicleta y todo. Decidí caminar unos 200 metros para ver si eso ayudaba en algo, pero fue en vano. Me volví a subir, sin dejar de gritar previamente "me la van a poner más dificil? denle con todo, no me van a frenar!" y subí el Abra. Al otro lado el viento y la tormenta de tierra eran peores aún. La bajada hacia el altiplano de unos 300 metros pareció un ascenso. 20 kilómetros me separaban de Abra Pampa, ya en terreno liso de la Puna. La bicicleta era ingobernable, el viento me tiraba de un lado al otro del camino, la tierra se me metía en los ojos, nariz y boca, cada vez se ponía más fuerte el temporal y llegar empezó a parecer imposible. 
"Cueste lo que cueste" fue mi pensamiento. "Cueste lo que cueste". Apreté los dientes, desafié al destino y a los que no me querían dejar llegar a Abra Pampa una vez más y continué. 
Llegué a Abra Pampa 10 horas después de haber salido de Humahuaca. Al bajar de la cleta no podía caminar. Toqué la puerta de un hostal y dediqué el resto del anochecer a calentar mi cuerpo con una ducha, comidas calientes y a buscar calor. Mi cuerpo estaba completamente vencido y temblaba sin remedio. De seguir el viento de esa forma, llegar a La Quiaca sería imposible. Consideré volver al día siguiente, pero decidí primero descansar esa noche y ver cual era el panorama la mañana siguiente.

(PUNA JUJEÑA)

Día 9: Descanso en Abra Pampa.

(UN TREN OLVIDADO / ABRA PAMPA - JUJUY)


A la mañana siguiente el viento había desaparecido, pero para mi sorpresa, mis rodillas no respondían. Los gluteos, los cuadriceps, todo estaba mal trecho. No vi posible pedalear en esas condiciones. 
Caminé las tres cuadras que me separaban de la plaza del pueblo. 
"Quien sos" me resonaba en la cabeza.
Me paré en una esquina al sol, para calentar un poco el cuerpo ante los grados bajo cero que hacían a las 9 de la mañana de ese domingo.
Para mi sorpresa, aparece una mujer que de golpe frena al verme. Se detuvo, y se me quedó mirando con una sonrisa.
"Que hace despierto con este frío, Doctor?".... se me cayó la mandíbula. "Doctor".... sería una forma cómica de referirse a un extraño?
"Doctor?" le pregunté. "Si, Doctor!" me respondió. 
Me he interiorizado en el concepto de vidas pasadas en tiempos recientes, y he terminado por creer bastante en ellas. Algo acaba de pasar, y no sabía que era. La mujer me seguía mirando con una sonrisa.
"El sol me mantiene caliente, es una hermosa mañana" le respondí.
"Me parece muy bien, descanse que lo necesita" me dijo y desapareció por la esquina.
Fue el puntapié de un día caminando calles de un lugar que no me fue extraño en lo más mínimo. Mucha simbología muy fuerte por todos lados.... "Abra Pampa, la Siberia Argentina" rezaba un cartel. La plaza con sus estatuas. Una de un torero Coya enfrentando a un toro aguerrido. Una fuente de cazuelas de alfareria. La imagen de una Pacha Mama muy imponente. Otra más de una artesana coya. La iglesia con canciones en alto parlantes llamando a misa. Dos burros atados a un arbol en el medio de la plaza. Una estación olvidada, un tren que ya nunca volvería a pasar. Vías rectas, hacia el infinito y la planicie total de los 3480 metros de altura de Abra Pampa.


(ABRA PAMPA - JUJUY)

Sentado por la tarde en la plaza, tuve la sensación de estar en un tiempo detenido de la historia. Allí el reloj había frenado hace mucho tiempo, conmigo adentro. 
Mente en blanco, ni alegría ni tristeza, solo paz. Había llegado a casa. No pude aclara mucho ese último pensamiento, no supe que significaba, pero lo sabía.... había vuelto a casa.

Día 10: De Abra Pampa a La Quiaca (Fin de un camino).

(PARTIENDO DE ABRA PAMPA - JUJUY)

Tras más pesadillas y desveladas, junté alimentos abundantes y agua de sobra. Dos remeras térmicas y varias capas más de ropa, máscara regalada por una querida amiga, y lo que quedaba de mi cuerpo y partí sin pensarlo dos veces.
La mañana estaba muy por debajo de 0 grados. Una niebla densa cubría toda la puna y todo el campo estaba completamente blanco de la escarcha nocturna. 
70 kilómetros por delante, con viento frontal intenso. Solo eso, yo podía, y lo iba a hacer. Los pocos habitantes de Abra Pampa despiertos me vieron pasar, con rostros extraños, como viendo a un fantasma. Supe que era así.
Salí a la ruta y pedaleé con más fuerzas que nunca. La bici parecía volar, mi velocidad era más que buena y me ayudó a tomar más coraje aún. 
El amanecer en la Puna, un regalo pedaleando hacia el norte, hacia el final de mi viaje y de mis dudas y miedos. Un recorrido junto a esa vía que supo llevar sueños, encuentros, esperanzas, hoy abandonada y profanada de la misma forma que el europeo y la globalización profanaron estas tierras.
El sol salió y limpió la niebla. El calor me ayudó a continuar hasta La Intermedia donde hice mi primera pausa.

(LA INTERMEDIA - JUJUY)

El viento comenzó a levantarse amenazante. Supe que no tenía más tiempo, tenía que avanzar antes que los vendavales del mediodía partieran mis piernas. 
El tramo hasta Pumahuasi fue simplemente criminal. El viento me castigaba una y otra vez, el proceso de purificación final estaba en marcha. No pude más que sonreir, ya no enojado, sinó feliz. "Entiendo" fue lo que pensé.... "Entiendo, manden todo lo que tienen, lo entiendo".
Almorcé en Pumahuasi, junto a las vías y a una estatua de una llama, y tras una breve siesta al sol partí para los 20 kilómetros finales de mi travesía.

(PUMAHUASI - JUJUY)

Me preparé para lo peor, sabía que ahora se iban a venir con todo. No me iban a dejar llegar tan facilmente a La Quiaca. Pensé una y otra vez: "Paciencia, determinación, paciencia, determinación". 
El viento frontal era insoportable al salir de Pumahuasi, pero mientras seguía con esos pensamientos sucedió algo..... el viento frenó de golpe. Me quedé atónito, eso no era normal, no en la puna, no al mediodía... Comencé a andar más rápido.
El camino se nutrió de llamas y vicuñas a sus costados, que me miraron pasar. Una mano empujaba mi espalda, me ayudaba en el último tramo.
De repente al subir una colina la vi.... ahí estaba La Quiaca a 8 kilómetros.
Comencé a reir y a llorar a la vez mientras seguía pedaleando. No lo podía creer, ahí estaba, ahí estaba!!!! Ahí estaba La Quiaca! Las lágrimas me caían por la cara poníendome borrosa la vista, y mi cara empezaba a dolerme de tanto reir. 
Ya todo tenía sentido. Todo lo que había sucedido tenía sentido. Mi vida.... la vi clara. Todo había tenido un orden. La Quiaca me esperaba con los brazos abiertos, como esperando a un hermano que perdió hace mucho tiempo, y fue de esa forma que me abrazó.

Tanta espera
Tantos miedos
Tanto dolor
Tanta agua bajo el puente
Tanto dejado más abajo en el camino
Tanto aprendido
Tanto sufrido
Tanto perdonado
Tanto hermoso silencio
Tanto amor sentido
Tanto autoconocimiento

Me derrumbé en lágrimas. Me supe capaz. La fuerza no lo era todo. La determinación, la paciencia, el AMOR con mayúsculas. 

Soy el poseedor de una vida privilegiada.
Estoy tocado por una varita.

GRACIAS VIDA
GRACIAS SILENCIO
GRACIAS SOLEDAD

ME SIENTO BLANCO!



Soledad, Jujuy - Pedro Aznar